lunes, mayo 11, 2009

Día 648, lunes

Se encargaba de la contabilidad del campamento. Eso Takeshi Kusunoki lo sabía muy bien. Siempre la veía sentada en su oficina, calculando gastos y presupuestos. Algunas veces parecía quedarse muy quieta, sentada en posición fetal. Takeshi suponía que algo muy grande la perturbaba, algo que espacaba a su percepción del mundo. Según él, pocas cosas derivaban en asuntos tan incomprensibles como la contabilidad. La oficina de Alicia Pillman quedaba a unos cuantos pasos de la de Takeshi. El día en que el presidente arribó al campamento y ofreció su discurso, Alicia y Takeshi se quedaron hasta tarde trabajando: él tenía que acabar de sistematizar cierta información (información que, era cierto, él apenas comprendía: una serie de números y de nombres que tenía que almacenar en la base de datos de la computadora) y ella calcular unos presupuestos que le habían encargado a última hora. El edificio entonces se sumía en el más absoluto silencio, únicamente perturbado por los eventuales estornudos de Alicia. Una vez entrada la noche, Takeshi recogió algunos papeles y se puso de pie. Era tarde y tenía sueño. Caminó unos cuantos pasos sobre el agrietado piso de mayólica que lo separaba de Alicia y la encontró entrerrada sobre una ruma de papeles y una calculadora muy antigua. Es tarde, me voy a dormir. ¿Vas a quedarte?, preguntó Takeshi. "Tengo que terminar estos informes", respondió ella. Saliendo de la casa, Takeshi se percató de que una habitación que nunca se utilizaba estaba ocupada. Más tarde, cuando cruzaba frente a la carpa central, vio al presidente Gonzalo, vestido con un buzo negro y una chompa oscura de lana, saliendo de aquella habitación y dirigiéndose a la oficina de Alicia. Takeshi decidió regresar al edificio. Excusas habían miles: que se había olvidado de un libro, algún lapicero, cualquier documento. Entrando al edificio, percibió un olor extraño, como si todo se hubiera impregnado de pronto con una suerte de incienso o mirra. Escuchó murmullos. Alicia se lamentaba por algo. ¿Qué demonios estaba pasando? Cuando irrumpió en su oficina, ella estaba sentada en posición fetal y el presidente se encontraba en el otro extremo de la habitación, fumando una especie de cigarro negro que despedía un denso humo gris. "Hola", alcanzó a decirle el presidente apenas lo vio. "No sabía que estabas en el edificio". Takeshi sólo atinó a esconder sus manos en los bolsillos y ensayar una débil sonrisa. El presidente Gonzalo le dio una pitada al cigarro. "Estaba discutiendo con Alicia unos puntos importantes del presupuesto del campamento, es un tema muy complicado que necesito discutir con ella a solas". La habitación volvió a sumirse en un silencio interminable. Alicia seguía en posición fetal, sin decir una sola palabra. El presidente volvió a fumar su cigarro. Claro. Lo siento. Takeshi dio media vuelta y regresó por donde había venido.